domingo, 14 de septiembre de 2014

Todos tenemos opinión….y todos merecen nuestro respeto

Yo no sé si el seleccionar nacional, Juan Antonio Orenga, lo ha hecho bien o mal. Y eso que añado a mi ignorancia titulaciones y años de experiencia  en este deporte (no es orgullo, es desilusión lo que me lleva a hacer esta descripción). Lo que si se es que lo ha tratado de hacer lo mejor posible. Seguro.

Yo no sé las dificultades y problemas que ha tenido que gestionar de puertas a dentro. Lo que si se es la capacidad de comunicación y habilidades como gestor demostradas durante años (hace menos de un año los alumnos del colegio Areteia tuvieron la oportunidad de  verlo en vivo y en directo: Orenga en Areteia).

Yo no sé si el oro era o no obligado en un mundial con esa selección plagada de estrellas y en nuestra casa. Lo que no voy a poner en duda es que es cierto que esperábamos un resultado mucho más brillante en este mundial.

Vivimos en una sociedad en la que el derecho a ser crítico y tener opinión está perfectamente instaurado. Todos parecemos saber de todo. Ayer, sin ir más lejos, en el Bernabeu, rodeado de madridistas “de los de toda la vida”, pude escuchar numerosas alternativas a la propuesta planteada por el criticado Ancelotti ante el primer gol de un Atlético de Madrid que es EQUIPO en mayúsculas.

Siempre he sido defensor del respeto al que debemos suponer experto en algo o por lo menos dueño de un cargo. Si hay alguien al que debemos exigir, tal vez sea al responsable de colocar a esa persona en ese puesto. Tal vez le debamos pedir el uso de criterios objetivos y argumentos sólidos. Cuando nos ofrecen un puesto es difícil ser lo suficientemente críticos con nosotros mismos como para valorar en su justa medida si estamos capacitados para el mismo. Nadie nos quiere más que nosotros mismos…

Por eso es necesario la objetividad en aquel que piensa en nosotros y su profesionalidad a la hora de seleccionarnos.

Luego será hora de tratar de desarrollar lo mejor que uno sepa el trabajo. Ya llegará después la hora de ser juzgado por aquellos que deben decidir mantenernos o no en el puesto.

En el deporte es difícil que la gente entienda que si sobre el papel eres el mejor, puedas no ganar. Pero el deporte, más por suerte que por desgracia, no es algo prediseñado en cuanto a sus resultados. Influyen muchas cosas y algunas de ellas no controlables.

A mi, si algo me pide el cuerpo en estos momentos, es dar las gracias a todos aquellos que nos ayudaron a soñar en nuestro mundial y que han colaborado, cada uno en la medida de sus posibilidades, en forjar la  mejor selección de baloncesto española de la historia, una selección que tantas veces ha ganado y que alguna, con dolor, la ha tocado perder.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El principio de Peter y el padrino

Es una realidad observable que en muchas organizaciones se asciende a aquellos que han desempeñado una buena labor en el escalón que ocupaban. De hecho, no parece nada descabellado ni fraudulento a primera vista. Es un criterio lógico y defendible. Como eres bueno en lo que haces, te propulsamos hacia la cumbre…

Claro, que si nos ponemos a analizar los resultados de esta política, seguramente nos llevemos más de una sorpresa. ¿Quién me asegura que por ser bueno en lo que hago estoy o voy  a estar capacitado para otra función en la mayoría de los casos muy distinta? Es más, ¿qué pasa con ese puesto que ocupaba?

Tal vez esa persona a la que se asciende sea insustituible, al menos a corto plazo, en su labor.

Tal vez ese cargo nuevo al que se asciende no esté hecho a la medida de las competencias del ascendido.

En el fondo, es como si en un equipo de fútbol ascendiéramos a entrenador al mejor jugador. Evidentemente el mejor jugador lo que debe hacer es jugar. Evidentemente un buen entrenador lo que necesita para llegar a ese puesto es formación de entrenador. Evidentemente nadie  tomaría una decisión tan dramática para el equipo.

¿Y qué pasa en el mundo empresarial?
Lo que no deberíamos poner en duda es que el trabajo bien hecho debe ser premiado. El cómo lo premiamos es a lo mejor lo que nos debemos cuestionar o por lo menos analizar. Recientemente he leído un libro de un ex directivo experto y exitoso en el que continuamente hablaba de los incentivos económicos para premiar la competencia en el trabajo. Es cierto que a mí me parece que estos incentivos materiales se quedan cortos como motivador consistente, pero también es cierto que no pondré en duda la mayor experiencia en estas labores de motivar a la tropa del reseñado personaje.

Con todo esto, reconozco lo difícil que me resulta premiar sólidamente el trabajo bien hecho, pero si una cosa tengo clara es que un ascenso debe ser muy bien meditado y no dado por obvio. Ahora, que gestionar los egos no es nada sencillo, con lo que convencer a alguien de que se le deja donde está por lo bueno que es en esa labor, mientras ve a otros asentarse en pisos superiores, no es algo fácil de torear. Debe ir acompañado sin duda de grandes dosis de imaginación y de  una gestión impecable. Sin duda necesitamos directivos que asuman este reto, pues al fin y al cabo la imaginación y la gestión impecable es algo que debería ir en la lista de características atribuibles al buen directivo.

Ahora bien, hace ya muchos años escuche por primera vez el refrán “el que tiene padrino, se bautiza”. En su momento me generó un malestar tremendo y dificultades de asimilación. Hoy también.