Yo
no sé si el seleccionar nacional, Juan Antonio Orenga, lo ha hecho bien o mal.
Y eso que añado a mi ignorancia titulaciones y años de experiencia en este deporte (no es orgullo, es desilusión
lo que me lleva a hacer esta descripción). Lo que si se es que lo ha tratado de
hacer lo mejor posible. Seguro.
Yo
no sé las dificultades y problemas que ha tenido que gestionar de puertas a
dentro. Lo que si se es la capacidad de comunicación y habilidades como gestor
demostradas durante años (hace menos de un año los alumnos del colegio Areteia
tuvieron la oportunidad de verlo en vivo
y en directo: Orenga
en Areteia).
Yo no sé si el oro era o no obligado en un mundial con esa selección plagada de estrellas y en nuestra casa. Lo que no voy a poner en duda es que es cierto que esperábamos un resultado mucho más brillante en este mundial.
Vivimos en una sociedad en la que el derecho a ser crítico y tener opinión está perfectamente instaurado. Todos parecemos saber de todo. Ayer, sin ir más lejos, en el Bernabeu, rodeado de madridistas “de los de toda la vida”, pude escuchar numerosas alternativas a la propuesta planteada por el criticado Ancelotti ante el primer gol de un Atlético de Madrid que es EQUIPO en mayúsculas.
Siempre he sido defensor del respeto al que debemos suponer experto en algo o por lo menos dueño de un cargo. Si hay alguien al que debemos exigir, tal vez sea al responsable de colocar a esa persona en ese puesto. Tal vez le debamos pedir el uso de criterios objetivos y argumentos sólidos. Cuando nos ofrecen un puesto es difícil ser lo suficientemente críticos con nosotros mismos como para valorar en su justa medida si estamos capacitados para el mismo. Nadie nos quiere más que nosotros mismos…
Por eso es necesario la objetividad en aquel que piensa en nosotros y su profesionalidad a la hora de seleccionarnos.
Luego será hora de tratar de desarrollar lo mejor que uno sepa el trabajo. Ya llegará después la hora de ser juzgado por aquellos que deben decidir mantenernos o no en el puesto.
En el deporte es difícil que la gente entienda que si sobre el papel eres el mejor, puedas no ganar. Pero el deporte, más por suerte que por desgracia, no es algo prediseñado en cuanto a sus resultados. Influyen muchas cosas y algunas de ellas no controlables.
A
mi, si algo me pide el cuerpo en estos momentos, es dar las gracias a todos aquellos
que nos ayudaron a soñar en nuestro mundial y que han colaborado, cada uno en
la medida de sus posibilidades, en forjar la
mejor selección de baloncesto española de la historia, una selección que
tantas veces ha ganado y que alguna, con dolor, la ha tocado perder.