No se si hubo un tiempo en el que
la lealtad a una empresa era un valor, pero lo que si es cierto es que ese
valor está hoy en día más que cuestionado. La lealtad no consiste en aceptar
pagos excesivamente gravosos, en ir en contra de tus intereses, en hacer algo
que no estás dispuesto a hacer bajo ningún pretexto…Pero si debe consistir en mirar
alrededor y ser empático, en ser agradecido y buscar más allá del corto plazo y
de aspectos puramente materiales, en responder a los que respondieron por ti,
en mirar lejos y sentir cerca…
Ser leal es devolver a tu empresa
ahora que vales lo que ella te dio cuando no valías. Es pensar en lo que toca
hacer y cómo hacerlo mejor en vez de estar pensando en lo que podrías hacer en
el futuro en otro lado. Es soñar con tu gente, en vez de soñar con otros. Es
sentir el momento en vez de pensar en otros momentos.
Con frecuencia las empresas hacen
apuestas. Invierten tiempo y otros recursos en la formación de trabajadores que
cuando son contratados a lo mejor no valen lo que su sueldo establece pero que
el empleador espera que algún día valgan lo que realmente se les paga. Formar a
los trabajadores no suele ser fácil. No suele ser cómodo. Es costoso. Invertir
en capital humano puede ser una gran inversión…pero también la más amarga de
las aventuras. Es meter poco a poco dinero en una hucha con el sueño de
llenarla. ¿Qué pensarías si cuando está llena alguien viene y se la lleva?
Todos tenemos derecho a soñar,
pero lo que no deberíamos usar es a aquel que nos amparó y dio cobijo en los
principios y en los malos momentos como trampolín de otros proyectos sin más.
Ser leal es saber que a veces
tienes que anteponer los intereses de tu empresa a los intereses personales de
ese momento, porque eres lo que eres y tienes las oportunidades que se te
brindan gracias al esfuerzo de otros, a que otros apostaron por ti cuando no
había datos, a que otros soñaron por ti cuando tu eras incapaz de tener sueños…
¿Por qué no sacrificarse por los
que algún día lo hicieron por ti?
El mundo empresarial está lleno
de desapego, de falsas promesas, de falta de ética, de falsos compromisos.
Algunos defienden con huelgas unos derechos laborales más que protectores. El empleador
parece estar solo. Sacar un proyecto adelante requiere mucho esfuerzo y buena
compañía. Esta compañía se tiene o se crea. Esto es un ejercicio de liderazgo y
de maestría que demanda la recompensa del apego de otros a tu proyecto. Sin
esto emprender se hace difícil de sostener. Faltan ayudas a la iniciativa
privada de los que a veces con demasiada alegría arriesgan su dinero. Los
proyectos se convierten en sólidos con el apoyo de un equipo de trabajo que
responde a las demandas de ese emprendedor que debe ser guía. Si él apuesta por
su gente, no debería recibir el pago de la falta de compromiso con el trabajo y
con el futuro. Pero esto parece que se convierte en lo habitual, en una
sociedad huérfano de valores, en la que nos cuesta mucho mirar por los ojos de
los otros.
Pero por desgracia algunos confunden
lo que son con el color de la camiseta que se ponen…