viernes, 15 de julio de 2011

Simplificando lo complejo: La prima de riesgo con respecto al bono alemán

En los últimos meses es habitual que se hable en los telediarios de cómo la prima de riesgo con respecto al bono alemán ha aumentado o disminuido. Si bien es un concepto un tanto complejo, creo que debido a la actualidad del mismo merece la pena el esfuerzo por tratar de haceros llegar una explicación sencilla de él.

Cuando compras un Bono del Estado estás entregando un dinero al Estado durante los años que dura ese bono, a cambio de que te de unos intereses a lo largo del período que le prestas el dinero, además de devolverte el dinero que le has prestado al final.

Ese dinero lo va a usar el Estado para financiarse, es decir, tener dinero con el que pagar sus deuda y aquellas actividades que desea afrontar (por ejemplo, construir carreteras y hospitales).

Esto es algo que hacen todos los Estados, incluido España y Alemania. Cuando decimos que el bono español a 10 años (prestas el dinero durante 10 años al Estado y te da unos intereses durante esos diez años) se sitúa, por ejemplo, en 200 puntos básicos por encima del bono alemán a 10 años, significa que el interés anual que te da el Estado español es un 2% mayor (un 1% son 100 puntos básicos) del que te daría el estado alemán. Así, si por un bono alemán a 10 años te dan unos intereses anuales de, por ejemplo, el 2´25%, por el bono español a 10 años el Estado español te dará 2´25%+2%, es decir, 4´25%.

Que te dé más interés el Estado español que el alemán se debe exclusivamente a que el riesgo de no poder devolverte el dinero que le has prestado es mayor en el caso español que en el alemán y por eso deberán compensarnos un mayor riesgo con una mayor rentabilidad.

Así, cuando se dice que la prima de riesgo ha subido (por ejemplo, de 200 puntos básicos a 250 -es decir, el 2´5%-), simplemente nos están diciendo que está aumentando el riesgo de impago del gobierno español está aumentado, lo cual es un mal indicador para la economía española. De ahí que en el caso de países de alto riesgo de impago, como Grecia, esta prima esté desbocada.

martes, 12 de julio de 2011

Sobre motivación y huidas

En ocasiones nuestros trabajadores vienen a nuestra empresa con la suficiente motivación de fondo como para no presentar fisuras en su desempeño si el empresario se encarga en exclusiva de no quitársela. Esto me recuerda a lo que me dijo un entrenador de primerísimo nivel al hablar de un jugador de gran talento: “Juanjo, yo no le he enseñado nada, mi única labor era no estropearle”. Por la calidad del que hablaba, no le creí, ¡era imposible que alguien que sabía tanto no aportara algo a un pupilo suyo, aun que hubiera sido el mejor jugador del mundo! Lo que si me sirvió es de reflexión sobre la labor de un empresario. Puede ser más importante no deshacer que hacer, no estropear que aportar, dejar hacer que fiscalizar, conservar que tratar de sumar y restar al hacerlo…

Pero también es cierto que a un empresario no se le puede hacer responsable único de la motivación de sus trabajadores. Del mismo modo que a un entrenador no se le puede culpar por definición de la falta de motivación de sus jugadores, pues estos deben traer “de serie” su propio grado de motivación, a un empresario no se le puede poner a la espalda esa enorme losa. Otra cosa es que deba ser un gestor de estados de ánimo, un potenciador de las cosas buenas y un atenuador de las malas. Pero ni debe jugar a ser Dios, ni podemos exigir que lo sea. Trabajador y empresario tienen mucho que decir siempre, pero ninguno puede exigir que sea sólo la otra parte “la que hable”. Labor conjunta, labor de equipo la de conseguir una sinergia de esa unión.

Si una parte no sabe bien qué hacer, mejor dejar hacer. Si una parte tiene claro cómo aportar, mejor intervenir. Lo que nunca deberá ocurrir es que por querer hacer sin saber consigamos cortar las alas de los que nos rodean.

Ser empresario no es fácil, lógico. Ser “un buen jefe” parece a veces utópico, asúmase. Parece como si el cargo viniera unido a la crítica, vale, puede ser así, ¡es así! El que pretende salir airoso debe asumir los sinsabores y las dificultades y transformarlos en retos. Lo que no puede hacer es disparar al aire, ni dejar de ponerse en los zapatos de otros. Solo así conseguirá empezar a tratar de esquivar la soledad del cargo y a frenar que la gente quiera huir de él. Porque tengámoslo claro, al final, en última instancia, las personas no se van de las empresas, lo que hacen es huir de sus jefes.