miércoles, 13 de abril de 2011

Sobre la admiración empresarial y las lealtades

Hay empresas que generan admiración hacia fuera y dudas hacia dentro. Curioso proceso en el que el que te tiene no te quiere lo suficiente y en el que no te tiene te quiere tener.

Un amigo me suele recordar que “al final, siempre queremos lo que no tenemos”. El proceso de adaptación nos hace acostumbrarnos a lo que tenemos, atenuando según va pasando el tiempo los sentimientos que se generan, ya sean positivos o negativos. Así mismo, el no tener genera con frecuencia deseo.

¿Por qué de esas dudas cuando miramos hacia dentro? Un trabajador satisfecho no podrá estarlo mucho tiempo si no vamos echando más madera en la caldera que mueve nuestros sentimientos. Es fácil de ver. Cuando este trabajador fue contratado, el simple hecho de obtener un puesto de trabajo seguro que resultó un motivador más que suficiente. Si además nuestra empresa generaba admiración, más razones para el deseo. Pero pronto esto no será suficiente y las empresas deben ser conscientes de que su buen funcionamiento depende de la motivación de los que está en ella, que deberían querer seguir estando, para que todo funcione de la manera adecuada y se pueda seguir admirando al entorno.

Lo recomendable sería que este esfuerzo porque tu gente estuviera contenta con lo que tiene fuera unido a un compromiso con la lealtad por parte de los trabajadores, mimbres fundamentales de cualquier proyecto. Este compromiso con la lealtad no se suele dar, pero se debería dar. Las personas soñamos y miramos con frecuencia lejos, sin disfrutar del presente, sin disfrutar del paisaje. Desgraciadamente vivimos pensando donde queremos llegar en vez de disfrutar de donde hemos llegado. Si la empresa se esfuerza por retener talentos, motivar a los trabajadores y premiar el trabajo bien hecho, pero el trabajador solo utiliza la empresa como una herramienta para sus fines personales y algo en lo que apoya su ambición, mal negocio este negocio…

Hace tiempo oí a un conocido que no creía en las en las falsas lealtades… ¡Las lealtades no pueden ser falsas! Pero ojo, ser leal no implica estar siempre en el mismo sitio. Pero se puede ser leal hasta en las despedidas. Saber irse es muchas veces más importante que saber quedarse y casi siempre más difícil.

Desde luego todo debería ser más sencillo cuando la admiración hacia fuera es refrendada con esfuerzos por la dirección para mirar hacia dentro. Luego a lo mejor la empresa invertirá en formación de sus empleados y alguno de ellos se llevará su valía como trabajador a otro lugar, pero otros muchos permanecerán, tal vez tratando de construir, con su esfuerzo y el de todos, un mejor futuro y ayudando a que los que dirigen la empresa están también lo suficientemente motivados como para ser leales a su gente y tratar de mirar ellos también hacia dentro.

Cuando esto ocurra, tal vez dejemos de soñar con llegar a ningún lado y nos demos cuenta que donde queríamos llegar ya hemos llegado.

miércoles, 6 de abril de 2011

La sombra del logro

Muchas veces, las personas de las que se habla, los que acaparan los premios y los aplausos, son las que aparecen en los escalafones altos, tienen un determinado puesto o son las “más populares”. En la sombra, lejos de los aplausos y de los focos, quedan con frecuencia los verdaderos protagonistas y maestros en su trabajo.

No saldrán en los papeles, nadie se fijará en ellos, pero pueden haber sido los mayores artífices de un determinado logro que haya obtenido una empresa.
Y tal vez no necesiten el reconocimiento de cara al exterior (o a lo mejor si, dependerá del tipo de persona), pero lo que seguro que necesitarán será el reconocimiento de aquellos a los que ayudaron a conseguir su momento de gloria, de aquellos a los que impulsaron por el camino adecuado.

Sin su apoyo todo hubiera sido más complicado y qué barato puede resultar darles esa palmadita en la espalda, motor de apoyos futuros.
No se debe esperar a lograr un éxito notable para manifestar nuestro apoyo a esos “impulsores”, pues los éxitos muchas veces son pasajeros, efímeros o imposibles de conseguir. Pero no debemos obviar que no todo es ganar y que si no se gana no hay logra, nada importa.

Si nos concentramos solo en los éxitos corremos el riesgo de dejar de lado lo realmente importante y algún día “la pelota no entrará” y solo quedará miseria.