jueves, 15 de diciembre de 2011

Sobre comunicación y eficiencia


A la hora de producir una empresa debe tratar de buscar la “eficiencia”. En unos mercados tan competitivos como con los que nos encontramos, las empresas que malgastan recursos están condenadas a desaparecer. La clave para crecer y perpetuarse hoy en día suele estar en reducir costes, en hacer lo mismo que hacen otros, pero de forma más barata, o incluso en gastar lo mismo que otros pero ofreciendo algo de mejor calidad. Aunque en esto último entre en juego la capacidad de saber “comunicar” de la empresa y hacer ver al consumidos que lo nuestro es mejor, aunque a veces la diferencia no sea tal. Pero ojo con engañar al consumidor, pues alguien que se siente engañado es alguien que se siente insatisfecho y alguien insatisfecho tiene más incentivo generalmente en llegar con su mensaje negativo sobre nuestra empresa a los que le rodean que alguien que está contento con nosotros.

Hoy no basta con ser mejor, hay que “chillarlo”. Y esto es “comunicar”. Pero tampoco puede bastar con decirlo, hay que serlo. “No decimos lo que somos, lo demostramos día a día” debe ser el mensaje grabado a fuego en el ADN de la empresa. Hacer es mucho mejor que decir que haces, aunque muchas veces no empeñamos en tratar de convencer con palabras en vez de con hechos. Nuestras acciones deben ir en consonancia con lo que queremos ser, pues nuestras acciones marcan lo que somos.

Y en todo este tinglado la eficiencia en el proceso es vital. Ser eficiente implica emplear los menos factores posibles a la hora de producir, pero sin perder los estándares de calidad deseados. Se puede hablar de dos tipos de eficiencia:

• Eficiencia técnica. Consiste en maximizar la producción, es decir, dado que dispongo de una cantidad determinada de factores de producción (elementos para producir), ser capad de producir con ellos lo máximo posible, de sacarles el mayor rendimiento.

• Eficiencia económica. Implica minimizar los costes. Dado que quiero producir una determinada cantidad de producto, hacerlo de la manera más económica. Si uso más trabajadores o materia prima de la necesaria, no seré eficiente desde el punto de vista económico.

Está bien hablar de eficiencia, pero es mejor tener claro qué es y qué supone. Y tenerla como un objetivo claro en mente, como algo por lo que luchar y que perseguir. Hoy los negocios están más expuestos a los competidores y la crisis nos examina diariamente. En un mundo globalizado e hipercompetitivo solo deben tener cabida los mejores y debemos perseguir ser uno de ellos, aunque luego tal vez el Estado venga como salvador y nos haga tener que luchar contra la ineficiencia de otros…

lunes, 19 de septiembre de 2011

El Estado, el papá que mima al niño mimado

La empresa privada aprende a la fuerza que solo si tiene algo que ofrecer y lo ofrece con eficiencia, a lo mejor subsistirá. No hay hueco para los mediocres, por lo menos a largo plazo. Hay que hacer lo bien y hacerlo sin despilfarrar y ni esto te asegura la subsistencia. No hablemos ya del éxito, aunque hoy en día subsistir ya sea un éxito.

El Estado, ese ente abstracto a veces y concreto otras, nos enseñó que todo vale en sus dominios. La empresa pública no se tenía por qué regir bajo los parámetros empresariales lógicos. La búsqueda de la eficiencia no tiene lugar en ella.

El Estado, ese al que pedimos todo y del que nos quejamos cuando nos exige algo, demostró que la mediocridad tenía cabida, que el robar podía ser algo de lo que presumir y que el no hacer podía ser opción.

El emprendedor no podrá nunca entender esto, ni ahora ya aceptarlo. Antes, tal vez lo hacía. Hoy no se puede conformar mirando.

La situación de algunas empresas líderes en el pasado asusta. Las circunstancias han cambiado y en muchos aspectos en vez de mejorar ha empeorado. Muchos no parecen darse cuenta, no parecen querer adaptarse.

“Aún en situación de crisis también hay hueco para algunos…los mejores” decía antes. Ya no vale. Además de ser bueno hay que tener músculo financiero para aguantar, para resistir, para esperar el momento de seguir adelante.

Hoy vemos como los profesores de “la pública” se quejan amargamente por tener que impartir 20 horas de clase en vez de las 18 que impartían y, espoleados por los sindicatos que en teoría defienden los intereses de los trabajadores, manifiestan su queja. Dicen que la calidad de la educación se resentirá.

Mientras, los profesores de “la privada” luchan por sacar un hueco, entre las 27 horas de su dura jornada semanal, para tratar de entender de qué se quejan esos en teoría compañeros de profesión, que desarrollan una profesión totalmente distinta a la suya en muchos aspectos y por la que reciben una remuneración muy superior. Menos horas, más salario…Claro, que cuando se vive anclado en un contrato vitalicio mal interpretado que se está convirtiendo el funcionariado, es fácil quejarse. En la privada no hay hueco para la mala calidad de el servicio que dan, a pesar de las 27 horas. El mercado les expulsaría si así fuera.

El drama económico actual (y sigo pensando que lo peor está por llegar) debería valer para todos. No podemos unos estar con el miedo en el cuerpo y tratando de defender y que no fallezca esa empresa que te da de comer, mientras que otros miran para otro lado y pretenden ser ajenos a los problemas de esa gran y ineficiente empresa (la mayor en ambos aspectos) que es el Estado y que vive de las aportaciones tanto de ese que mira para otro lado y que cobra un sueldo de él, como de ese otro que ya no sabe ni dónde mirar.

Vemos, impotentes, como el Estado pasa de ser en la teoría el protector antes los fallos que presentan los mercados al creador de los mismos. Gran sin sentido. Si el Estado protege la ineficiencia y el despilfarro no está evitando sino creando un fallo en el mercado. Nos deja caer de una forma dramática y traumática en el precipicio. Que la Economía está convaleciente nadie ya lo duda. Que conseguir sobrevivir se ha convertido en un reto lo experimentamos diariamente. Entonces, ¿por qué proteger al que malgasta si el Estado está empezando a no tener ya más que gastar?

¿Por qué ayudar al que no nos ayuda a salir de ésta? ¿Por qué exprimir al que se ha preocupado de hacer bien las cosas y convertir en una carga su éxito? ¿Por qué, por qué, por qué…?

miércoles, 3 de agosto de 2011

Trabajo en equipo

"Humildad, generosidad, compromiso y entusiasmo son las verdaderas claves para trabajar en equipo. Además de un objetivo común, ayudar a los demás cuando estás bien y dejarse ayudar cuando no lo estás, comprometerse incluso cuando las cosas ya no son divertidas y contagiar con tu entusiasmo a los demás hacen que un grupo se convierta en un equipo".

"La solución pasa por diseñar los objetivos del grupo de modo tal que los objetivos individuales salgan reforzados trabajando en equipo. Los integrantes deben darse cuenta de que consiguiendo los objetivos del equipo consiguen también los propios".


Extraído del libro Jugar con el corazón, de Xesco Espar.

viernes, 15 de julio de 2011

Simplificando lo complejo: La prima de riesgo con respecto al bono alemán

En los últimos meses es habitual que se hable en los telediarios de cómo la prima de riesgo con respecto al bono alemán ha aumentado o disminuido. Si bien es un concepto un tanto complejo, creo que debido a la actualidad del mismo merece la pena el esfuerzo por tratar de haceros llegar una explicación sencilla de él.

Cuando compras un Bono del Estado estás entregando un dinero al Estado durante los años que dura ese bono, a cambio de que te de unos intereses a lo largo del período que le prestas el dinero, además de devolverte el dinero que le has prestado al final.

Ese dinero lo va a usar el Estado para financiarse, es decir, tener dinero con el que pagar sus deuda y aquellas actividades que desea afrontar (por ejemplo, construir carreteras y hospitales).

Esto es algo que hacen todos los Estados, incluido España y Alemania. Cuando decimos que el bono español a 10 años (prestas el dinero durante 10 años al Estado y te da unos intereses durante esos diez años) se sitúa, por ejemplo, en 200 puntos básicos por encima del bono alemán a 10 años, significa que el interés anual que te da el Estado español es un 2% mayor (un 1% son 100 puntos básicos) del que te daría el estado alemán. Así, si por un bono alemán a 10 años te dan unos intereses anuales de, por ejemplo, el 2´25%, por el bono español a 10 años el Estado español te dará 2´25%+2%, es decir, 4´25%.

Que te dé más interés el Estado español que el alemán se debe exclusivamente a que el riesgo de no poder devolverte el dinero que le has prestado es mayor en el caso español que en el alemán y por eso deberán compensarnos un mayor riesgo con una mayor rentabilidad.

Así, cuando se dice que la prima de riesgo ha subido (por ejemplo, de 200 puntos básicos a 250 -es decir, el 2´5%-), simplemente nos están diciendo que está aumentando el riesgo de impago del gobierno español está aumentado, lo cual es un mal indicador para la economía española. De ahí que en el caso de países de alto riesgo de impago, como Grecia, esta prima esté desbocada.

martes, 12 de julio de 2011

Sobre motivación y huidas

En ocasiones nuestros trabajadores vienen a nuestra empresa con la suficiente motivación de fondo como para no presentar fisuras en su desempeño si el empresario se encarga en exclusiva de no quitársela. Esto me recuerda a lo que me dijo un entrenador de primerísimo nivel al hablar de un jugador de gran talento: “Juanjo, yo no le he enseñado nada, mi única labor era no estropearle”. Por la calidad del que hablaba, no le creí, ¡era imposible que alguien que sabía tanto no aportara algo a un pupilo suyo, aun que hubiera sido el mejor jugador del mundo! Lo que si me sirvió es de reflexión sobre la labor de un empresario. Puede ser más importante no deshacer que hacer, no estropear que aportar, dejar hacer que fiscalizar, conservar que tratar de sumar y restar al hacerlo…

Pero también es cierto que a un empresario no se le puede hacer responsable único de la motivación de sus trabajadores. Del mismo modo que a un entrenador no se le puede culpar por definición de la falta de motivación de sus jugadores, pues estos deben traer “de serie” su propio grado de motivación, a un empresario no se le puede poner a la espalda esa enorme losa. Otra cosa es que deba ser un gestor de estados de ánimo, un potenciador de las cosas buenas y un atenuador de las malas. Pero ni debe jugar a ser Dios, ni podemos exigir que lo sea. Trabajador y empresario tienen mucho que decir siempre, pero ninguno puede exigir que sea sólo la otra parte “la que hable”. Labor conjunta, labor de equipo la de conseguir una sinergia de esa unión.

Si una parte no sabe bien qué hacer, mejor dejar hacer. Si una parte tiene claro cómo aportar, mejor intervenir. Lo que nunca deberá ocurrir es que por querer hacer sin saber consigamos cortar las alas de los que nos rodean.

Ser empresario no es fácil, lógico. Ser “un buen jefe” parece a veces utópico, asúmase. Parece como si el cargo viniera unido a la crítica, vale, puede ser así, ¡es así! El que pretende salir airoso debe asumir los sinsabores y las dificultades y transformarlos en retos. Lo que no puede hacer es disparar al aire, ni dejar de ponerse en los zapatos de otros. Solo así conseguirá empezar a tratar de esquivar la soledad del cargo y a frenar que la gente quiera huir de él. Porque tengámoslo claro, al final, en última instancia, las personas no se van de las empresas, lo que hacen es huir de sus jefes.

lunes, 20 de junio de 2011

La falacia de la delegación

Un buen jefe ayuda a sus subordinados a desarrollarse. Es su mejor legado, es la mejor forma de dejar huella. Cuando nos convierten en responsables de un grupo, debemos mirar a ese grupo, pensar lo que son y soñar en lo que queremos que sean. O mejor aún, preguntarles (sin necesidad de hacer preguntas) qué quieren ser y dónde quieren llegar, ayudándoles a que lo consigan.

En ese procero, la delegación puede ser importante. Pero ojo, considero que hay una falsa creencia de que un buen líder necesariamente delega todo por definición. A veces parece que si asumes tú determinados papeles ya no eres buen gestor, ya no cuidad la motivación y el desarrollo de la gente a tu cargo. Cuanto más dejemos que otros hagan, cuanto más funciones permitamos que asuman los mandos intermedios, mejor será nuestra labor de mando...

Hay cosas, muchas, que no se delegan, que no se deben delegar. Un líder es responsable del trabajo final, trabajo que no deberá necesariamente hacer, pero sí deberá conseguir que se haga. Pero habrá cosas que sí tendrá él que hacer personalmente. Hay cosas que si quieres que está bien hechas deberás hacerlas tú, sin más. Esto no te convierte en un fiscalizador ni en un desmotivador. Simplemente es requisito para un trabajo bien hecho. Eres el conocedor de la situación, eres el máximo interesado en que salga bien, dominas la situación… ¡hazlo!

La excelencia debe ser un objetivo. ¿Están preparados los que están por debajo para ser excelentes en todas las tareas? No, seguro que no. ¿Puede asumir la responsabilidad el líder en todo en su búsqueda de la excelencia? Tampoco, seguro que tampoco. La clave está en saber distinguir entre lo que se delega y lo que se asume, entre lo que haces tú y lo que encomiendas a otros. Y mucho ojo con enajenar a tu gente de los méritos… la soledad estará a la vuelta de la esquina.

jueves, 16 de junio de 2011

Peter, esto es solo el principio

ASUMIENDO LAS RESPONSABILIDADES, AFRONTANDO RETOS

La responsabilidad es un compañero con el que es difícil convivir. Te hace enfrentarte a al menos dos importantes retos. El primero, no dejar de ser quien fuiste, no perder tu esencia, no olvidar lo que te llevó donde estás. El segundo, saber gestionar las envidias, la crítica, la no aceptación del poder de decisión que tienes conferido. Cada día parece costarnos más aceptar que otros tengan capacidad para decidir sobre cosas que nos afectan. Y eso les convierte en enemigos, en dictadores, en insolidarios… ¡seamos serios, esto no tiene por qué ser así!

Grave error el creer que actuando de distinta forma a la que hemos llegado seremos capaces de consolidarnos. Pero grave error el amoldarse y no querer incorporar cosas que te den esa mejora necesaria que se demanda de ti. Porque si cada día no eres mejor, está condenado a ser peor. En cualquier faceta del mundo empresarial las exigencias son muchas y crecientes. Debemos darlas respuesta sin perder la memoria, sin perder el carácter.

Es cierto que si eres bueno en algo no tienes que ser necesariamente bueno en el siguiente escalón. Es más, ¿por qué debemos aspirar al siguiente escalón? En ese siguiente paso es más que probable que no valgamos, es más que seguro que no tengamos que ser necesariamente más felices.
Pero lo que está claro es que estemos donde estemos, debemos aspirar a ser cada día mejores y disfrutar “con el paisaje” que vemos cuando nos movemos por el camino que tal vez algún día nos lleve a otro puerto.

Sigamos aprendiendo, sigamos progresando, sigamos soñando, pero disfrutemos a la vez de lo que vivimos, de lo que tenemos. Asumamos nuestra responsabilidad de una manera responsable. Afrontemos restos, demos respuestas, sin esperar satisfacer a todos, pero esperando hacer lo que se espera de nosotros. Nadie puede satisfacer a todo el mundo y menos siempre, pero sí deberíamos tolerar que nos exigieran sacar lo mejor de nosotros mismos. Y siempre tratándonos de ponernos en sus zapatos, como en el fondo exigimos a los demás que hagan con nosotros.




En una empresa u organización las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad una y otra vez, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia (Principio de Peter).

domingo, 5 de junio de 2011

El mundo en que vivimos

“Velícovic se saldrá donde vaya jugando de 4”. Esta es la afirmación que leo en uno de los periódicos deportivos que millones de españoles leen todos los días. El que esto escribe se declara Humilde contador de historias. ¡No se que hay de humilde en creer que sabe más que Ettore Messina, Lele Molín, Jota Cuspinera…!
Este comentario lo uso simplemente como inicio del análisis del mundo en el que vivimos.

Parto de la base de que un entrenador o un empresario busca lo mejor para su equipo o empresa. Lo contrario sería absurdo.

Parto de la base de que la experiencia y formación son elementos capacitadores que permiten a una persona que ocupa un cargo tener un crédito ganado de inicio en el desarrollo de sus funciones. Esto es algo objetivo, alejado de la opinión de falsos gurús.

Afirmo que el elemento diferenciador que dota de poder dominante es el conocimiento de lo que está pasando dentro de una empresa o un equipo. Hablar desde fuera resulta demasiado fácil a veces. Es gratis para muchos, pero no para la persona de la que se habla, pues las opiniones pueden generar tendencia y si no están basadas en un conocimiento para juzgar adecuadamente de lo que se habla, resultan unan falta de profesionalidad alarmante.

Parto de la base que los que juzgan deberían juzgar a partir de datos contrastables y contrastados. Lo demás es una falta de respeto.

Vivimos en un mundo en el que todos nos permitimos hablar de todo, juzgar a cualquiera y pensar que sabemos más que el que más sabe.

De la misma manera que llevar toda la vida viendo películas de cine no nos convierte en directores ni actores, llevar toda la vida observando cualquier actividad empresarial, deportiva o de otro tipo desde la barrera no nos convierte en expertos en ella, ni siquiera necesariamente en gente capacitada para opinar. El que se juega la vida es el torero que salta al ruedo, el que pasa frío cuando hace frío y se moja cuando llueve es el entrenador que está a pie de pista, el que se juega el prestigio y su cargo es el gestor que debe tomar decisiones comprometidas bajo presión…

La autocrítica debe existir siempre, la presión crítica tal vez también, pero no sobre todo, en cualquier momento y bajo cualquier premisa. El que conoce a su equipo y las circunstancias bajo las que juega el partido es el entrenador, del mismo modo que el empresario conoce las piezas que gestiona y debería conocer los intereses creados en torno a sus decisiones y a qué juega su equipo de trabajo.

Es muy fácil no haber hecho nada y querer aspirar a todo. Es muy fácil no jugarse el tipo y juzgar a los que se lo están jugando, es muy fácil no arriesgar y querer que otros arriesguen todo, es muy fácil no saber y creer saberlo todo…

miércoles, 1 de junio de 2011

El éxito, principio del fracaso

A veces nos tiramos los días destruyendo, poco a poco, casi imperceptiblemente y de repente llega un día en el que queremos construir, juntando esos pedacitos que por desgracia hemos generado. ¡Qué sin sentido! Y luego claro, llegará la hora de la foto. Algunos querrán salir, harán todo lo posible por salir. Otros, los que realmente estuvieron al servicio de la empresa, los que no necesitaron de golpe querer hacer, pues se preocuparon de hacer poco a poco, sin excentricidades, sin llamar la atención, no necesitarán salir en esa foto, pues saben que están, sin necesidad de que se vea. Las grandes cosas se construyen poco a poco, sin prisas, sin pausas, con oscilaciones, pero con tendencia positiva, marcada por unos administradores al servicio de su gente, al servicio del entorno, pero con objetivos personales, que no contradicen los corporativos.

¡Qué difícil es ganar en el mundo empresarial! ¡Qué difícil resulta salir a flote y no sacar pecho en exceso! ¡Qué difícil es querer disfrutar de un proyecto y saberlo compartir!

Algunos te enajenarán una vez más la victoria. Solo te verán responsables de hacer la foto, aquella foto en la que ellos necesitan salir, deben salir.

Luego, cuando venga la hora de las felicitaciones, si has hecho tu labor constructiva, espera que te llegue una palmadita en la espalda, pero no la necesites, espera que alguien se acuerde de tu trabajo, pero no lo demandes, espera que poder disfrutar del paisaje, pero no exijas que nadie se de cuenta de tu labor sujetando los sueños de otros, de tu implicación en la sombra en los momentos de más audiencia y de tu esfuerzo visible en los momento de trabajo oscuro.

Las grandes cosas se construyen en la sombra, en silencio, sin excentricidades, sin banalidades, sin arrogancia, pero sin fisuras.

El premio es la excelencia. Los obstáculos, la soberbia, la autocomplacencia y la mediocridad encubierta.

sábado, 28 de mayo de 2011

Respeto al pasado


Hay muchas formas de dar las gracias a los que hay que dar las gracias, de ser estético con aquellos que te marcaron y pusieron un poco de asfalto en tu duro camino.

Hay muchas formas de mostrar respeto y admiración, de demostrar la importancia que tuvieron las cosas importantes y de mostrar que muchos esfuerzos merecieron la pena.

El viernes 27 de mayo el club San Agustín quiso cerrar una etapa celebrando el último debate de esta temporada invitando a un grupo de entrenadores que fueron el germen de muchas de las cosas que han ocurrido en los últimos años, aunque ya no estén en el club.

"Nos enseñaron a dudar, aunque no teníamos dudas". Un grupo de entrenadores encabezados por Alonso de Madariaga iniciaron en 2002 un trabajo que se quiso recordar y respetar mediante este debate.

Con frecuencia en las empresas nos olvidamos de dar las gracias al que se fue, pero dejó huella, al que supo despedirse y al que supo ser él mismo sin olvidar que trabajaba con otros y para otros.

En el mundo empresarial el futuro no existe, hay que crearlo y el pasado, de vez en cuando, recordarlo, para saber dar valor a lo que lo tuvo y saber premiar lo que nunca debe dejar de ser imitado.

jueves, 5 de mayo de 2011

Poder de decisión, ese incomprendido compañero

Nos cuesta una barbaridad aceptar que nos digan lo que tenemos que hacer, respetar órdenes sin reproches y sin malas caras. Mucho se escribe cuando se habla del saber dirigir sobre cómo hacer participes a tus subordinados de tus decisiones, sobre como escucharles y conseguir su compromiso.

Lo que pasa es que con tanto querer escuchar, con tanto democratizar, estamos cayendo en el error de no saber que hay cosas que no se delegan, que hay cosas que no se discuten, que hay decisiones que no se comparten. Estas no deberían ser rebatidas por el subordinado, que debería saber aceptar que como el jefe tiene capacidad para decidir, ha decidido no compartir la decisión, sin más, ya está.

La autoridad hay que ganarla, es cierto, pero el respeto al cargo no debería estar siempre en entredicho, debería ir unido a cualquier cargo, de la misma manera que el respeto debe ir unido a cualquier persona. No puede estar siempre poniéndose en juego, no debería estar siempre defendiéndose con argumento, y más cuando nos cuesta tanto escuchar. Es cierto que (casi) todas las opiniones deben ser respetadas, pero también es cierto que debe decidir quién debe decidir. Y no estar de acuerdo con él no debería ser siempre una poderosa arma arrojadiza usada como menoscabo personal, o un poderoso argumento para desprestigiar, alejar y generar miseria.

Cuando la autoridad es apoyada, todos ganan. Cuando ocurre los contrario, todos pierden. Sin más, es claro.

Cuando las personas nos juntamos necesitamos para no caer en el inmovilismo la guía que da la autoridad conferida a alguien para que se convierta en el responsable último de tomar decisiones. ¡Y que apechugue con sus errores! Pero no puede ser siempre blanco si él dijo negro, ni siempre negro si él dijo blando…Si pensáis en política, sabréis muy bien ver a qué me refiero.

En el mundo empresarial, como en la vida, “el jefe” con frecuencia parece que se viste siempre de enemigo, parece casi siempre estar equivocado. La razón que veo a esto para mí es clara: nos cuesta sobremanera aceptar que sea otro el que decide. Además, somos incapaces de priorizar un ente desgraciadamente tan extraño como es “nuestra empresa” sobre otro claramente visible para nosotros que es el “nosotros mismo”. La empatía parece no existir, aunque todos seguro que nos sentimos muy capaces de hablar sobre ella…

Y al final, al que decide no le quedará más remedio que lamer sus heridas casi siempre en soledad. Triste final.

miércoles, 13 de abril de 2011

Sobre la admiración empresarial y las lealtades

Hay empresas que generan admiración hacia fuera y dudas hacia dentro. Curioso proceso en el que el que te tiene no te quiere lo suficiente y en el que no te tiene te quiere tener.

Un amigo me suele recordar que “al final, siempre queremos lo que no tenemos”. El proceso de adaptación nos hace acostumbrarnos a lo que tenemos, atenuando según va pasando el tiempo los sentimientos que se generan, ya sean positivos o negativos. Así mismo, el no tener genera con frecuencia deseo.

¿Por qué de esas dudas cuando miramos hacia dentro? Un trabajador satisfecho no podrá estarlo mucho tiempo si no vamos echando más madera en la caldera que mueve nuestros sentimientos. Es fácil de ver. Cuando este trabajador fue contratado, el simple hecho de obtener un puesto de trabajo seguro que resultó un motivador más que suficiente. Si además nuestra empresa generaba admiración, más razones para el deseo. Pero pronto esto no será suficiente y las empresas deben ser conscientes de que su buen funcionamiento depende de la motivación de los que está en ella, que deberían querer seguir estando, para que todo funcione de la manera adecuada y se pueda seguir admirando al entorno.

Lo recomendable sería que este esfuerzo porque tu gente estuviera contenta con lo que tiene fuera unido a un compromiso con la lealtad por parte de los trabajadores, mimbres fundamentales de cualquier proyecto. Este compromiso con la lealtad no se suele dar, pero se debería dar. Las personas soñamos y miramos con frecuencia lejos, sin disfrutar del presente, sin disfrutar del paisaje. Desgraciadamente vivimos pensando donde queremos llegar en vez de disfrutar de donde hemos llegado. Si la empresa se esfuerza por retener talentos, motivar a los trabajadores y premiar el trabajo bien hecho, pero el trabajador solo utiliza la empresa como una herramienta para sus fines personales y algo en lo que apoya su ambición, mal negocio este negocio…

Hace tiempo oí a un conocido que no creía en las en las falsas lealtades… ¡Las lealtades no pueden ser falsas! Pero ojo, ser leal no implica estar siempre en el mismo sitio. Pero se puede ser leal hasta en las despedidas. Saber irse es muchas veces más importante que saber quedarse y casi siempre más difícil.

Desde luego todo debería ser más sencillo cuando la admiración hacia fuera es refrendada con esfuerzos por la dirección para mirar hacia dentro. Luego a lo mejor la empresa invertirá en formación de sus empleados y alguno de ellos se llevará su valía como trabajador a otro lugar, pero otros muchos permanecerán, tal vez tratando de construir, con su esfuerzo y el de todos, un mejor futuro y ayudando a que los que dirigen la empresa están también lo suficientemente motivados como para ser leales a su gente y tratar de mirar ellos también hacia dentro.

Cuando esto ocurra, tal vez dejemos de soñar con llegar a ningún lado y nos demos cuenta que donde queríamos llegar ya hemos llegado.

miércoles, 6 de abril de 2011

La sombra del logro

Muchas veces, las personas de las que se habla, los que acaparan los premios y los aplausos, son las que aparecen en los escalafones altos, tienen un determinado puesto o son las “más populares”. En la sombra, lejos de los aplausos y de los focos, quedan con frecuencia los verdaderos protagonistas y maestros en su trabajo.

No saldrán en los papeles, nadie se fijará en ellos, pero pueden haber sido los mayores artífices de un determinado logro que haya obtenido una empresa.
Y tal vez no necesiten el reconocimiento de cara al exterior (o a lo mejor si, dependerá del tipo de persona), pero lo que seguro que necesitarán será el reconocimiento de aquellos a los que ayudaron a conseguir su momento de gloria, de aquellos a los que impulsaron por el camino adecuado.

Sin su apoyo todo hubiera sido más complicado y qué barato puede resultar darles esa palmadita en la espalda, motor de apoyos futuros.
No se debe esperar a lograr un éxito notable para manifestar nuestro apoyo a esos “impulsores”, pues los éxitos muchas veces son pasajeros, efímeros o imposibles de conseguir. Pero no debemos obviar que no todo es ganar y que si no se gana no hay logra, nada importa.

Si nos concentramos solo en los éxitos corremos el riesgo de dejar de lado lo realmente importante y algún día “la pelota no entrará” y solo quedará miseria.

lunes, 28 de marzo de 2011

Buscando el éxito duradero

Las empresas de éxito son aquellas que consiguen no enajenar al trabajador de su trabajo, hacen partícipes a todos de su logro y miran lejos aunque se esté cerca del suelo.

Son aquellas que son coleccionistas de fracasos, pero que tantas veces cayeron, como las que se levantaron, sustentando el futuro paso a paso. El éxito, con frecuencia, aparece sustentado en anteriores fracasos, fracasos que no hundieron, sino que colaboraron en la fortaleza futura de la empresa.

Son mucho los que consiguen ganar un partido, pero pocos los que realmente se preparan para ganar el campeonato. Los mediocres también ganan a veces. Pero instalados en la mediocridad, el futuro nunca estará asegurado. En nuestra zona de confort parece vivirse bien, pero es un espejismo.

Cuando las cosas comienzan a ir bien, es fácil caer en la autocomplacencia, impidiendo con ello que vayan a mejor. La autocomplacencia nos hace relajarnos y descentrarnos de cual es realmente nuestra misión.

La consolidación de cada cliente ganado debe ser un reto. Eso no se consigue hablando de lo bueno que eres y de lo bien que lo has hecho, pues eso es pasado. Lo que el cliente quiere es futuro, un futuro que puedes construir con él y para ello debes convencerle de que él también quiere construirlo contigo. En un mundo cada vez más competitivo en el que hacerlo bien es opción para muchos, no debemos conformarnos con eso solo. Las posibilidades de formación e información son muchas, por eso debemos aspirar a escuchar mucho y cuidar la formación de los que nos rodean, los que trabajan en nuestro proyecto.

Hacerles participes del mismo es fundamental, pues está demostrado que cuando participamos en la creación de algo tenemos una tendencia a sobrevalorarlo y cuidarlo mayor que cuando lo sentimos ajeno. Y la supervivencia de una empresa va a depender mucho del amor por ella de los que la forman.

Y todo ello con humildad, dando las gracias al que hay que darle las gracias, dando ese paso más que te lleva del éxito puntual a la excelencia. Y alguno te pedirá que limpies el suelo por el que pisan sus sueños, ajeno a que algún día por ahí pasaron los sueños de todos.